ABERRACIONES SEXUALES

TRES ENSAYOS SOBRE TEORÍA SEXUAL

                               SIGMUND FREUD

1.2. Impúberes y animales como objetos sexuales

Mientras que las personas cuyo objeto sexual no pertenece al sexo normalmente apropiado para eso -esto es, los invertidos- se presentan a los ojos del observador como un conjunto de individuos sin otra forma de anormalidad que su desviación sexual, aquellos otros que eligen como objeto sexual sujetos impúberes (niños) nos parecen constituir casos aislados de aberración. Solo excepcionalmente los impúberes son objeto sexual exclusivo; en la mayoría de los casos solo llegan a serlo cuando un individuo cobarde e impotente llega a tomar ese sustituto, o cuando un instinto impulsivo inaplazable no puede apoderarse en el momento de un objeto más apropiado.

     De todos modos no deja de arrojar cierta luz sobre la naturaleza del instinto sexual al hecho de permitir tanta variación y tal degradación de su objeto, cosa que el hambre, mucho más estrictamente ligada al suyo, solo admitiría en los casos extremos. Lo mismo puede decirse con respecto al comercio sexual con animales, nada raro entre los campesinos, y en el que la atracción sexual rebasa los límites de la especie.

      Por razones estéticas limitaríamos gustosamente a los enfermos mentales a estas y otras aberraciones sexuales distintas de las que aparecen en individuos sanos y en razas y clases sociales enteras.

      Así, encontramos con desoladora frecuencia atentados sexuales cometidos en niños por sus maestros y cuidadores, tan solo porque con ellos se les presentan: m{as ocasiones que con otras personas. Los enfermos mentales únicamente presentan tales aberraciones en un grado más elevado o -cosa especialmente significativa- llevadas a la exclusividad y sustituyendo a la satisfacción sexual normal.

      Esta singular relación de las variantes sexuales con la escala gradual que va desde la salud hasta la perturbación mental resulta altamente significativa. Me inclino a pensar que los problemas que aquí se nos plantean constituyen una indicación de que los impulsos de la vida sexual pertenecen a aquellos que aún normalmente son los peor dominados por las actividades anímicas más elevadas. Aquellos individuos que son mentalmente anormales en un aspecto cualquiera, ético o social, son asimismo -como ha mostrado mi propia experiencia- anormales en su vida sexual.

      En cambio, son anormales sexuales muchas personas que en todos los demás aspectos de su vida se hallan dentro del tipo general y han seguido el desarrollo cultural humano, cuyo punto débil continúa siendo la sexualidad.

      Como resultado general de estas elucidaciones podríamos deducir que bajo una gran cantidad de condiciones, y sorprendentemente en muchos individuos, la naturaleza y el valor del objeto sexual pasan a un lugar secundario; pero en lo esencial y constante siguen siendo algo diferentes en el instinto sexual.10.

     

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